Sunday, 19 September 2010

... things we should do...


Torino, Venaria Reale. Agosto, 2010


The only thing I should think about in this moment is getting back to the car as soon as possible or, at least, the temptation to shelter under a canopy or in a café, like everybody else. I guess that the fact that I decide to stay under the rain tells many things about me as I don't pay too much attention to those “should”.

The feeling is much better here outside.

I'm trying to keep my camera safe but what is it to be safe when you are not enjoying the fun outside? To get something, we should take some risks, at some point, right? So I keep walking under the rain, definitely feeling the water in my shoes... now it's done. I can't be more wet than I am so I'm going to enjoy it.

I keep walking and suddenly I see this couple walking on the street. I thought everybody was hiding from water in safer and warmer places but I see some people threw themselves to the adventure of walking under the rain... what a beautiful image... what a beautiful feeling... Then I become them and I imagine it's us. You and me and the rain. Then I have my “rain song” playing in my head. I can feel the “no limits” of that place (and that moment) and the secret lonelines, witness of the two of us. The rain caressing our senses bringing up the joy from our deppest desires. Your breath and smell. 

One of the most intimate feelings is being with you outside under the rain.

Thursday, 16 September 2010

... voyeur...


Paris, Juillet 2009


Hace sol. Hora? Deben de ser las 4 de la tarde. Lugar? Estas en un pequeño apartamento. Es París pero podría ser Barcelona, Londres... no, no podría ser. Estás en París. Te levantas del sofá cama donde te habías estirado después de comer recuperando energías para la excursión de la tarde. Todo está tranquilo. Tu apartamento está en una zona muy movida pero tu ventana da al vacío más absoluto de la ciudad. A ese que solo existe en los patios de París. Huele a.... Huele a algo que no recordarás nunca más en tu vida, pero que cada vez que te vayas a un lugar nuevo, cada vez que alquiles un apartamento lleno de historias que solo las cazuelas abolladas conocen, cada vez que entres con tu maleta en una habitación con el propósito de vivir allí una fracción de tu vida, te recordará a ese momento y a todos esos. Huele a libertad de (...) por la tarde.
Levántate que habías planeado hacer cosas.
Te vistes. Vas al lavabo. Vuelves. Vas. Vuelves. Tienes las cosas desperdigadas entre la habitación y el minúsculo lavabo así que entre tanto viaje ni te preocupas por cerrar la puerta de éste. De ella cuelga un espejo. Y es el que sueles aprovechar para “ponerte guapa”. Cuando la puerta está abierta y tú delante de ella, crea una linea paralela perfecta con la pared de la ventana y a su vez, hay un ángulo de 45º con la ventana abierta que permite que entre la luz, que veas el cielo, que veas la ventana del vecino y que te vea él a ti si también le apetece. Pero no estás para esas cosas. Ahora mismo te estás poniendo el colorete para alegrarte un poco la cara. Se te va un ojo a la ventana, no a la tuya, a la del vecino. Hay algo. No es el vecino. Una ventana cubierta por una malla metálica a través de la cual unas plantas se pelean por salir. Hay algo que no ves. Hay alguien que te está espiando y no lo ves. Las plantas te tapan la visión. Hay algo detrás de las plantas que te está observando mientras te maquillas. No. No hay nada tras las plantas que te espíe, está sobre las plantas. Un gato. Hola gato, qué haces? Piensas. No le hablas porque no te va a oír e igualmente no te entendería. Es un gato francés y aunque lo llames pensaría que le estás invitando a un pastel. Gatito, me estabas mirando? Qué piensas?

Qué manía con preguntarse en qué piensan los gatos....


Hace sol. Hora? No sé, algún momento del día. El sol está alto y el ambiente está calmado así que deben de faltar horas para que anochezca. Huele como siempre. Huele a casa. Me paseo por la ventana porque a estas horas todavía quedan restos de otros olores, de más abajo, que me activan los sentidos. Pero me han encerrado en esta prisión abierta de la que no puedo salir. No me queda más remedio que mirar la vida de los otros. Pero no hay vida. Las cuatro ventanas delante de la mía están vacías. Un momento. En una hay movimiento. Hay alguien que se mueve, que va y viene. Ahora se he quedado mirando a la parte de la ventana cerrada. Qué mira? Hmmmmm..... Qué hace? Qué se hace en la cara? Está mirando hacia aquí.... Está buscando. Me está buscando.... Me ha encontrado. Se va. Ha vuelto. Qué hace? Qué es eso negro delante de su cara? Hmmm.... mejor me voy....

Sunday, 18 July 2010

volviendo a escribir páginas...


Paris, juillet 2009



Entra poca luz y el ambiente está cargado. No es una espesor molesta, sino de esas que huele a papel y que se apreta entre interminables páginas de libros. Te comprimes con placer entre dos estanterías rebosantes de palabras, por lo que te sientes como en casa y, a pesar del calor, la oscuridad y el limitado hueco para pasar, eres feliz en ese medio metro cuadrado. Te encuentras con una escalera estrecha que sube en dirección contraria. Al comienzo hay un espejo. La imagen se rompe entre fotografías enganchadas. Personas que alguna vez pasaron por allí. Personas que ya no existen. Miradas que tantas cosas han visto. Subes los peldaños de uno en uno, y mientras esperas que ningún turista con prisas decida bajar antes de que llegues a la cima, te preguntas hacia dónde estás yendo. Sientes esa mezcla de rubor del voyeur y a la vez sonríes por haber encontrado ese hueco del mundo, esa escalera que sólo tú podías ver, porque el lugar al que te diriges será tu lugar preferido sobre la tierra, y nadie más lo conocerá. Llegas al último escalón y te encuentras a un hombre con cara de inglés, pómulos sonrosados, pelo gris-blanco y rizado, vistiendo unas bermudas marrones. Te sonríe y supones que viene de la expedición a la que te diriges. Te alegras de que se marche porque no tiene cara de haber encontrado el gran tesoro. Es sólo tuyo y quieres que nadie te acompañe cuando lo encuentres. Pero hay más gente allí arriba compartiendo recuerdos con títulos de los que no han oído hablar. Lo superas y vas hacia donde no hay nadie. Reconoces que ya has estado allí. Ya fuíste una mañana o tarde de primavera en la que perdiste la noción del tiempo. Alguien te llevó, pero entonces no acabaste el camino y has vuelto sobre tus pasos para llegar hasta el final. Dejas atrás lo que te parece una maraña de emociones superficial protagonizada por un par de turistas americanas, sabes que no eres el descubridor del lugar pero esperas disfrutar tu tesoro a solas. Te aventuras al fondo del pasillo donde te quedaste la última vez y ahí está, lo que no te querías imaginar. Te encuentras esa habitación abarrotada de historias, de páginas, de papeles, de confesiones, de polvo y de olor a piel curtida y antigua. El mejor regalo sin duda es la ventana, que te aísla del resto de la ciudad y te hace partícipe al mismo tiempo de su historia, su locura y su pasión. Atisbas entre ramas lo que se supone que es la catedral de Notre Damme. Te emocionas al sentirte dentro de tu piel en ese exacto lugar. Sientes que todo está bien. A pesar de lo desconsolada y asquerosa que es la vida ahí fuera en ese momento, en ese vicioso espacio todo está bien. Y no quieres abandonar ese lugar porque sabes que tampoco volverás hasta dentro de bastante tiempo... o incluso más. No tienes ni idea de si tan siquiera volverás y eso te rompe ya que sientes que te pertenece. Miras a tu alrededor, cada minúsculo y tonto detalle que confirma que ese es tu lugar. Una mesa a rebosar de cuadernos y libros. Una butaca medio rota pero que todavía se merece su nombre. Un poster de “On the road” de Kerouak que te hace preguntarte desde cuándo está ahí colgado... te sientas sin un libro en las manos contemplando la escena, creando recuerdos. Recuperas el día en el que fuíste allí por primera vez y una sonrisa se pinta inconscientemente en tus labios. Te das cuenta de que el mayor valor de algo son sus recuerdos y que ese lugar es importante por lo que estás sintiendo en ese mismo momento. Recuerdas aquel día y lo que sentías. El contexto y quien te acompañaba... y vuelves a esa página a escribir recuerdos sintiéndote en un lugar especial que nadie más conoce. Y creas este lugar por esos momentos que te hicieron sentir. Haces unas cuantas fotos sabiendo que serán tus favoritas. Pasas allí unos minutos esperando el momento en el que te tengas que ir, cuando alguien entra. Escribes el punto y final de esa página y te precipitas a la salida, sin mirar atrás para no ver la cara del adiós y comprando algún recuerdo por el camino.

Thursday, 8 July 2010

the "going through"...


Menorca, agost 2009

“Stop the car!” “what.... WHAT??” “Stop the car!”

You know one of those moments you would pause the world? Like on a summer afternoon, laying sleepy on a deckchair... on the grass or on the beach... or sitting on the river shore with your legs hanging off.
It is also like a midnight endless kiss you don't want to end. That sound, that taste and that smell.
Like a landscape you cannot understand its beauty and its simplicity.
Then you need to stop the car and pause that very second. Leave everything behind and just exist. You cross the frontier between the “ongoing” and the “right now.”
You realize that everything is actually paused. There is life, there are dreams. No hurries. Just life. That very second disappears with a whisper. We normally let it go with our thoughts. But there... there were no thoughts, there were no dreams, there was no past nor future. Just me in that very second, in that very place after having had one of those experiences listening to “Everything's not lost” with windows down and air flowing in the car. Everybody singing out while the breeze caressed our skin and draw smiles on our faces. No plans made.
So stop the car. Enjoy that very moment. That road. That view.
You realize you're just there, in the very road, in the “through” and the “going to”... and it's full of life and beauty which we transform into happiness. Those stones talk about smiles and looks, and other people singing other moments. “Moments of being”, like Virginia Woolf would say. It's not the goal but a much richer “before.” “The meanwhile” is alive and I was about to cross it without seeing it.
So I needed to stop the car to enjoy the road.

… and the second is gone.

Sunday, 20 June 2010

rincones en lo alto...



Paris, juillet 2009



Igual que caminando sobre el mar me sentía cada vez que subía a este pequeño rincón de París. Los rincones uno se piensa que son lugares oscuros y pequeños pero éste, aunque pequeño, no tenía nada de oscuro más que en la soledad de la noche. Durante el día era la luz que alcanzaba después de subir unas desgastadas y ruidosas escaleras que cada vez que pisaba me hacían desconfiar más de su utilidad. Subía de la espesa oscuridad para bañarme en un mar de claridad del que se alimentaba esa plantita abandonada. Como en un barco tambaleándose me movía en este rellano antes de entrar en el minúsculo apartamento donde vivía esos días. Uno de mis rincones de París.
Tras subir esos últimos peldaños me sentía a salvo. Ya podía respirar hondo, deshacer esos nudos de tensión que me mantenían unida a lo largo del día y liberar todas las emociones guardadas. Ya podía ser yo conmigo misma, la única persona a la que no me atrevía a mentir, aunque esos días lo hacía, constantemente. Me inundaba un sentimiendo de soledad positiva al darme cuenta de que nadie más sabía dónde estaba. Me sentía afortunada porque, por muy cerca o muy lejos que tuviera a alguien conocido, nadie sabía exactamente dónde estaba, nadie me podía imaginar atravesando esa robusta pero hueca puerta, nadie me podía visualizar en ese agujero del mundo. Era yo la única que, tras un largo paseo por la ciudad, podía ver esa imagen y era la única que, constante, recibía esa luz. Subía y saludaba a esa peculiar inquilina. Nos encontrábamos como dos extrañas en esa superficie minúscula, indiferentes la una de la otra y del resto del mundo, testigos de un silencio ligero en medio de la ciudad. Era como saborear el placer que todos anhelan: la exclusividad, lo único.
Debía de ser la frontera entre lo vivido y lo soñado. Era París y no era la Torre Eiffel, ni el museo del Louvre... y lejos estaba de los Campos Eliseos. Era mi París, esa pequeña ventana de madera pintada que bañaba el suelo. Era la única que en esos momentos me proporcionaba el consuelo de estar en casa, la que al verme me decía “ya está, deja de engañarte, aquí ya no te ven” Y ya no me veían. Y yo podía verlo todo.

Saturday, 19 June 2010

rellenando huecos...

Es curioso cómo nos acordamos de ciertos momentos, dejando que llenen nuestra memoria de recuerdos. Momentos o situaciones, que se nos graban sin razón aparente, pero que nos marcan y nos señalan un viaje al que siempre recurriremos. Personas, lugares, momentos... clichés... que en un primer momento alimentan su existencia con ese relleno básico que con el tiempo se va convirtiendo en una masa única de vida, sensaciones, suspiros desahogados, explosiones de sentimientos, roces a flor de piel, dibujos perfectos en nuestro recuerdo, moldeados con una suave luz enmarcando sombras... Viajes que hacemos a nuestro interior, descubriendo quiénes somos, de qué estamos hechos.
Ese lenguaje universal que forma mis recuerdos se llama luz, un tesoro escondido que no muchos conocen. Con ella dibujo en mi mente olores y describo sonidos. Es mi guía a la hora de hacer una fotografía. Es por eso, quizá no una extraña razón, que recuerdo cada uno de los momentos en los que hacía una fotografía, porque no era sólo la imagen sino su contexto, la luz que reproducía unos sonidos imperceptibles ("L'essentiel est invisible pour les yeux”) e intentaba retratar esos momentos con mi cámara, como si fuera una caja mágica en la que amontonar recuerdos, como intentando guardar brisa marina en una botella. Tras meses escondiéndome a la vista de todo el mundo, viajando por lo que hace que yo sea yo, me he sentado a rellenar esos huecos rebosantes en mis fotografías. No voy a dar ninguna pista sobre el significado de ninguna de ellas. A parte de lo que significan para mí, yo no existo tras su huella. No hay interpretaciones objetivas ni verdades absolutas. Como siempre... nunca las hay. Tan solo razones, mis razones, mis recuerdos, mis guías, mis momentos, mis sensaciones... mi luz...